Es evidente que han llegado las vacaciones de verano: calor, piscina, playa, hamaca, cervecita… y nuestros hijos de vacaciones, alrededor nuestro. Algunos, son tan independientes (que casi ni los vemos) pero otros los tenemos «pegados» todo el día y algo «perdidos» porque con tanto tiempo libre no saben qué hacer. Están cansados de tele, de piscina, de la game boy, de pintar, de los soldaditos de plomo … e incluso pueden comentar «Mamá, me aburro». – » ¿Qué…..? No puedo creerlo. Te aburres con todo lo que tienes, so ingrato.?». Paciencia, chicas, no sabéis lo bueno que es para formar el carácter y la personalidad, aburrirse. Sí, sí. No hacer nada, dedicarse a ver y esperar pasar el tiempo, sin llenar la cabeza de ningún tipo de pensamiento (es lo más parecido a la meditación de los adultos tan recomendada por las diversas filosofías y la psicología). Así que, calma, Aburrirse tiene un gran lado positivo. El verano es largo, los días son muy largos y algunos niños no saben cómo llenar su tiempo.
Es verdad que las vacaciones es un tiempo especial y diferente para estar con nuestros hijos y disfrutarlos desde una nueva perspectiva: hacer cosas diferentes, «darle una patada» al horario escolar y comer, cenar y acostarlos sin estar sujetos a una disciplina «alemana»; tiempo de largas sobremesas, Castillos de arena, etc. En definitiva, disfrutar de nuevas posibilidades de Ocio con nuestros hijos. Esto no significa que las vacaciones se conviertan para los padres en una Maratón en la que se ha de tener constantemente entretenidos a los hijos con miles de actividades fantásticas y superdivertidas. En el término medio está la virtud, suele decirse.
Es un periodo estacional para inculcar y desarrollar en los niños la Educación y formación en un OCIO POSITIVO, un aspecto importante en una sociedad actual en la que los niños reciben un gran «bombardeo» de información audiovisual muy relacionada con la gran Tecnología (Internet, videoconsolas, móviles, MP3…) que evidentemente tiene sus ventajas pero también sus inconvenientes : falta de creatividad, pobre interacción y contacto social, constante necesidad de estímulos y emociones «fuertes»… y tendencia a educar en un tipo de Ocio que desarrolla pocos aspectos sociales y emocionales.
Así que os animo a que aprovechéis las vacaciones para que vuestros hijos realicen actividades de Ocio diferentes que desarrollen aspectos de su formación tan importantes (o mucho más) que los meramente cognitivos y académicos del colegio. Me refiero a los valores y habilidades relacionados con la Inteligencia Emocional y Social : autonomía física y personal; conocer gente nueva, adaptarse positivamente a cambios de actividad , de normas y rutinas; hacer nuevos amigos; saber separarse de los padres; aprender nuevas competencias y habilidades (psicomotrices, físicas, creativas…); abrir la mente a otras ideas y grupos sociales; descubrir que uno mismo posee habilidades y talentos que desconocía ( ser un gran actor; un gran animador de fiestas; el mejor inventor de canciones y lemas para el grupo; un gran compositor o músico con una lata de hojalata), disfrutar de la naturaleza (las cucarachas pueden ser hasta graciosas y las ranas realmente divertidas); aprender a resolver con éxito solos situaciones que en otro momento o lugar nos bloquearían o nos llenarían de inseguridad. En definitiva, disfrutar de uno mismo y de los demás, aprender cosas nuevas y aumentar la autoestima y los sentimientos de competencia en uno mismo.
¿A qué suena muy bien? ¿A qué os gustaría que vuestros hijos tuvieran esta experiencia? Me refiero con esto a los famosos Campamentos de verano, en todas sus posibles versiones y posibilidades: urbanos, bilingües, en el campo o ciudad, en el extranjero o en el pueblo de mi madre, con los Scouts o con otra organización, etc. Todos son válidos y consiguen los objetivos o aspectos que he mencionado.
Como pedagoga (y madre de tres criaturas) lo recomiendo plenamente a partir de los 8 años (edad orientativa) hasta la adolescencia y juventud. Cada edad es más «ideal» para un tipo de experiencia y hay un tipo de campamento para cada niño dependiendo de su personalidad y recursos personales (hay niños seguros e independientes y otros a los que les cuesta separarse de sus padres y enfrentarse a situaciones nuevas).
Para el primer grupo, vale todo y es cuestión de encontrar algo a su medida (un deporte determinado, quincenal o mensual, de inglés o de alemán….).
Para el segundo grupo (algo más tímidos e inseguros), empezaremos poco a poco y de forma gradual: de tipo urbano durmiendo en casa hasta que logren adquirir confianza y «lanzarse» a salir de casa unos días.
De todos modos, a los hijos hay que «lanzarlos» al mundo (entenderme a que me refiero). Todos los padres con sentido común intuimos cuándo es el momento para cada uno aunque opongan «resistencia», que suele ser la expresión de cierta inseguridad o de miedos inconscientes (ser aceptado por los otros, establecer vínculos nuevos con otras personas adultas, adaptarse a cambios, separarse de los padres, la incertidumbre ante lo desconocido…).
Se trata de mostrar a nuestros hijos todo las ventajas de esta nueva actividad pero expresando abiertamente que entendemos sus «miedos» pero confiamos plenamente en sus posibilidades y recursos personales para superarlo con éxito. Hemos de transmitirles seguridad y reforzar su independencia. La excesiva sobreprotección crea niños inseguros, dependientes y desadaptados .
De nuevo, felices Vacaciones para todas y todos las madres y padres y enhorabuena a todos esos hijos e hijas que se han lanzado a un Campamento de verano. Seguro que no vuelven como se fueron (con la cara y la ropa más sucia no me cabe duda).