La Neuroestimulación Auditiva como terapia para reforzar y mejorar lectoescritura en niños con Dislexia.
Muchas veces los niños con Dislexia o retraso lectoescritor atraviesan fases de “estancamiento“ o sus avances son pobres pese a recibir Tratamiento Psicopedagógico o refuerzos educativos con profesor de apoyo en su centro escolar. Otras veces avanzan en un determinado aspecto (exactitud, velocidad…) pero no en otro (ortografía, discriminación auditiva, dictado…).
La neuroestimulación auditiva utilizando música filtrada es una terapia que puede utilizarse como terapia complementaria a la logopedia o la Psicopedagogía para lograr un mayor avance del niño en el desarrollo de la lectoescritura. Consiste en utilizar música clásica, habitualmente Mozart y canto Gregoriano, filtrada a las frecuencias medias (de 1000 a 3000 HZ) que son las frecuencias relacionadas con el lenguaje y la lectoescritura (leemos palabras y necesitamos el lenguaje para evocarlas y darles significado).
Estas frecuencias se transmiten mediante conducción aérea y ósea para lograr la estimulación del Sistema nervioso y de las áreas cerebrales implicadas en el acto lector.
Cómo lee el cerebro
La dislexia es un trastorno del aprendizaje que tiene una causa neurológica, ya que el cerebro de una persona “disléxica” presenta disfunciones o tiempos de respuesta más prolongados (según las nuevas técnicas de neuroimagen y pruebas de potenciales evocados auditivos).
El cerebro utiliza un complejo entramado de circuitos para leer, ubicados en su mayoría en el hemisferio izquierdo. El proceso de lectura comienza en el lóbulo occipital, área encargada de reconocer los estímulos visuales, como las caras y las formas. Allí se dan los primeros grandes cambios neuronales, pues la corteza visual se especializa aún más y se vuelve más precisa para poder reconocer las letras. La información visual continua luego a un área que algunos expertos denominan “la caja de las letras”, en la que se concentra el conocimiento de las letras aprendidas, un área que se activa solamente en las personas que saben leer, y solo para aquellas letras que uno reconoce como propias de su lenguaje.
De este punto el estímulo viaja a, cuando menos, dos redes neuronales: una que va al significado de la palabra, y otra a la pronunciación y la articulación.
Por tanto, Leer consiste en reconocer las letras y entender cómo éstas se combinan en palabras. Después, entender cómo se conectan con los sonidos que producen y su significado. No es únicamente un proceso visual. Es también un proceso auditivo. Podemos decir, que leemos con los ojos y con el oído.
De hecho, la mayoría de las Dificultades de lectoescritura son debidas a Dificultades en el procesamiento auditivo que causan una dificultad para integrar y aprender información verbal en el acto lector y que se pueden expresar de diversas formas o “síntomas”: dificultad para captar globalmente el significado de un texto o poder contestar a preguntas detalladas sobre éste; problemas de ortografía y dictado; deficiente escritura; problemas para organizar el lenguaje y el pensamiento; problemas en matemáticas; problemas de lateralidad, etc.
La lectura y la escritura son aprendizajes complejos que se basan en la capacidad de asociar un signo gráfico visual (letra) a un sonido que debe ser analizado por el oído con precisión y detalle. La lectura descrifa un mundo sonoro y el ojo interpreta y aporta al oído los medios para decodificar un conjunto de signos que adquieren sentido gracias a las ondas nerviosas y acústicas.
MECANISMOS DE LA LECTURA Y LA DISLEXIA
El ojo y el oído trabajan juntos en la lectura. El ojo sigue las letras y las transforma en ondas sonoras que el oído descrifra e interpreta. Esta operación es controlada por la parte que organiza la motricidad en nuestro sistema nervioso que permite que el ojo siga las letras en línea. Luego, el oído interno con los órganos del vestíbulo y la cóclea o caracol intervienen para reconocer esos sonidos. La lectura es pues, un dialogo entre el vestíbulo que organiza el trayecto del ojo por las letras (visión) y el caracol que aporta su forma sonora (habilidades fonológicas). Si este doble proceso se realiza adecuadamente, la lectura es armoniosa y rítmica. Por lo tanto, el “control” de la lectura (ritmo, velocidad) depende del oído interno.
Sin este diálogo, aparece la DISLEXIA entendida como una FALTA DE SINCRONIZACIÓN ENTRE EL APARATO VESTIBULAR Y EL CARACOL. Si el ojo recorre demasiado rápido las palabras, el caracol no tiene tiempo para interpretarlas produciéndose una lectura arrítmica y con la presencia de errores “disléxicos” (sustituciones, inversiones de sílaba, omisiones de letras…) que afecta a la comprensión del texto.
Si el caracol no trabaja de forma sincronizada con el movimiento del vestíbulo, el ojo debe volver hacia atrás y hacia adelante, y se desordena. Los seguimientos visuales son imprecisos e irregulares y se producen entonces inversiones de sílabas y palabras (cocholate por chocolate) y el texto es un conjunto de bloques de palabras invertidas que no puede integrarse en la memoria.
Además, las letras se distinguen por la duración de su emisión y por su altura o intensidad de frecuencia o timbre Por esta razón, algunos disléxicos confunden letras muy similares entre sí auditivamente: B, T, D o por diferencias de frecuencia (S, F,CH…) o las que comparten el mismo timbre (M, N, G,Q). Esto explica que muchos alumnos con problemas de lectura tengan dificultades en ortografía y dificultades de articulación en fonemas similares auditivamente porque el oído no es capaz de percibir esa frecuencia y entonces, la voz no puede integrarla.
Por esta razón, la lectura en voz alta es muy importante y no debe ser sustituida por la lectura en voz baja ya que permite una mayor integración y memorización de lo que se percibe y se aprende y este hecho se correlaciona con el funcionamiento cerebral. El sonido inunda el oído que impregna el cerebro de unas potentes ondas sonoras que circulan por todo el cuerpo dando a la memoria una gran capacidad de acción. Cuando un disléxico mejora dice “oigo mejor”.
Por ello, en la terapia de neuroestimulación auditiva se realizan ejercicios de “rehabilitación lectora” trabajando la lectura en voz alta con el terapeuta mediante el empleo de diversas técnicas que estimulan las habilidades lectoras visuales y las habilidades fonológicas (fase activa). En esta fase, se escuchan las frecuencias propias de la lectura y del lenguaje para activar dicha red neuronal y mejorar la velocidad de procesamiento de la información.
El resto del tiempo, el niño escucha la música haciendo otras actividades (escritura, juegos, relajación….) mientras escucha frecuencias diversas: graves, (relacionadas con la postura, seguimientos visuales, grafomotricidad y escritura) y agudas (que se encargan de la recarga cortical y el bienestar emocional).
Se acude al centro tres veces por semana durante cuatro semanas realizándose sesiones de una hora y media de duración. Tras “descansar”, se puede repetir otro periodo de estimulación auditiva si fuera necesario.
La neuroestimulación auditiva no puede sustituir el ejercicio del logopeda o del pedagogo, pero si que puede reforzar su trabajo, acelerando sus logros.
Los resultados que hemos observado en nuestra práctica diaria en niños “malos lectores” es que cambia la actitud ante las tareas lectoras al lograrse mayor fluidez lectora, velocidad de ejecución y precisión lectora. Además, aumenta la comprensión lectora porque al mejorar la decodificación, la información se integra en la memoria con mayor eficacia.
Mejora la autoestima porque el niño se percibe más competente.