En casa y en el colegio, padres y profesores pueden observar que su hijo-a o alumno-a tiene dificultades para comenzar a hablar o no lo hace correctamente en comparación con sus hermanos o compañeros de clase. La duda surge al plantearse si es un simple retraso madurativo o puede ser debido a otras causas mas «severas»: problemas de nivel sensorial, neurológico, auditivo…

Lo primero es aclarar la diferencia entre habla y lenguaje que los padres preocupados suelen confundir:

  • Habla: es la expresión oral del lenguaje e incluye la articulación de sonidos y palabras.
  • Lenguaje: comprende la expresión oral y la comprensión de forma apropiada a la edad del niño

Un niño/a con retraso de habla puede ser difícil de entender porque pronuncie de forma incorrecta o tenga «lengua de trapo» pero en su comunicación utiliza adecuadamente palabras y frases para expresar sus ideas y pensamientos.

Imagen de bebe
Por el contrario, en el retraso del lenguaje, el niño puede pronunciar correctamente o no las palabras pero es incapaz de combinar más de dos palabras en una frase en un momento evolutivo en el que ya debería formar frases de varias palabras. Su expresión pues, es deficiente, y puede estar alterada o no la comprensión.

Cuando esto ocurre más allá de los 4-5 años, estamos halando de una patología, en la que se debe intervenir lo antes posible ya que puede repercutir en su desarrollo cognitivo y afectivo porque se les «escucha» menos y se tiene poco en cuenta el contenido de sus mensajes.

Los niños/as con problemas de articulación (dislalias) son aquellos que son entendidos en su contexto familiar pero que en un contexto más amplio o ante desconocidos no se les entiende: el llamado comúnmente «lengua de trapo». Presentan retras

SOLO EN EL HABLA:

  • Alteración en el orden de las sílabas ( cocholate por chocolate)
  • Sustituciones de fonemas (toche por coche)
  • Asimilación de consonantes ( pepota por pelota
  • Ausencia de grupos consonánticos ( cueto por cuento)
  • Inserciones de sonidos (palato por plato)

Esta «lengua de trapo» no se debe a trastornos neurológicos, existencia de deficiencia auditiva, cociente intelectual por debajo de la media, etc. Existen marcadores o signos que pueden influir en la existencia de un futuro retraso del habla o del lenguaje:

  • Antes de los 12 meses: El balbuceo es escaso.
  • Entre los 12 y 15 meses: dificultad para imitar sonidos ( b, p, m, d, o n) y decir palabras del entorno familiar y objetos de uso frecuente como «bebé» o «chupete». Dificultad para entender y seguir instrucciones sencillas como «dame el zapato».
  • De los 18 a los 24 meses: vocabulario menor de 50 o más palabras. Dificultad para combinar dos palabras en las frases. Dificultad para realizar instrucciones más complejas como » recoge el chupete y dámelo»
  • De dos a tres años: dificultad para combinar de forma sistemática tres o más palabras en frases. Dificultad para aprender conceptos como grande y pequeño; colores, etc.

¿Qué evaluamos los logopedas? Para asegurarnos que estamos ante un retraso de habla realizamos pruebas y escalas estandarizadas; observamos al niño/a en distintos contextos de juego dirigido y libre y realizamos un protocolo de exploración de los distintos órganos que intervienen en la articulación ( frenillo lingual, colocación de las piezas dentarias, velo del paladar,…).

Una vez establecida la existencia de retraso del habla trabajaremos con el niño/a y conjuntamente con los padres implicándoles en el tratamiento mediante la asistencia a las sesiones para generalizar y sistematizar en otros contextos lo trabajado dentro de sesión.

Para una evolución y generalización correcta los padres y el resto de familiares deben estar implicados en el desarrollo del niño/a. En el próximo artículo ofreceremos estrategias de intervención y pautas para trabajar en casa.