Todos los niños tienen un programa innato de desarrollo que, si se dan las condiciones adecuadas, se pone en funcionamiento de forma natural logrando así progresivamente la maduración neurológica para adaptarse a los diferentes retos y aprendizajes de la vida.
Pero a veces, no se dan las condiciones idóneas para que dicho programa se desarrolle de manera natural. Este programa es lo que se denomina Reflejos primitivos, responsables del adaptación al entorno y del desarrollo neurológico. Algunos de estos reflejos posibilitan que el bebé salga por el canal del parto, que busque el alimento y responda adecuadamente cuando lo encuentra, etc.
Los reflejos primitivos tienen un orden de aparición y otro de inhibición según el momento evolutivo en que el niño se encuentra. Si no se desarrollan o no se inhiben, pueden aparecer diferentes síntomas que afectan a diferentes áreas de desarrollo del niño. Por ejemplo:
- Síntomas en el sistema visual: dificultad para calcular distancias, hacer seguimientos visuales precisos en lectura y escritura, etc.
- Síntomas en el sistema vestibular: deficiente equilibrio, niños torpes, con problemas posturales, mala coordinación motora, inquietud motora constante, etc.
- Síntomas “cognitivos” o en el aprendizaje: dislexia y problemas de lectoescritura, problemas en la atención, problemas en la organización espacial, mala memoria, etc.
Es decir, puede aparecer un retraso en su desarrollo motriz, sensorial, cognitivo y del lenguaje. Por esta razón, muchos de estos niños son diagnosticados de problemas de aprendizaje, déficit de atención, dislexia, hiperactividad y retraso madurativo.
La detección de estos reflejos y de su estado, nos permite confeccionar una serie de ejercicios personalizados para trabajar los problemas específicos del niño desde el Sistema Nervioso Central, es decir, integrando el l cerebro y otros sistemas sensoriales anteriores o inferiores. Este trabajo se fundamenta en que el cerebro sigue aprendiendo, es enormemente “plástico” y puede adquirir más tarde las funciones que no ha podido desarrollar cuando el programa innato, debía haberlo hecho. Es darle una segunda oportunidad al cerebro a través de unos ejercicios basados en los movimientos que naturalmente hace el bebé.
Cuando el niño tiene reflejos “activos”, es decir, “retenidos” y debían haber desaparecido, no ha podido aprender una habilidad o quizá está realizando ésta con gran sobre-esfuerzo causando en éste baja motivación, frustración o ansiedad. Es probable que el entorno considere esta “falta de habilidad” con etiquetas de vago, perezoso o inmaduro. Su adaptación escolar será difícil si no puede estarse quieto en la silla, escribe mal o con el movimiento de la boca cuando escribe, tiene malas posturas al escribir o sentarse en la mesa, dificultad para abrocharse los botones, agarrar el lápiz, organizarse espacialmente en la hoja, mala atención sostenida, problemas de lateralidad,etc.
Si no se inhiben estos reflejos retenidos, el niño intentará compensar haciendo un esfuerzo consciente y continuo, lo que le llevará a un agotamiento excesivo para la tarea que está realizando, con las consecuencias de no sentirse entendido, de frustración del esfuerzo llevado a cabo sin recompensa, etc. Está en continua lucha para compensar un sistema nervioso que le lleva a hacer naturalmente conductas opuestas a lo que se le pide.
Estos niños tienen potencial para aprender pero no están neurológicamente preparados para el aprendizaje si no se interviene como se ha explicado. La Terapia de Movimientos Rítmicos permite la integración adecuada de los reflejos primitivos contribuyendo a la maduración neurológica óptima.
El proceso de intervención es el siguiente:
- Se realiza una evaluación exhaustiva de todos los reflejos primitivos que el niño tiene activos o no inhibidos. Se valora en qué aspectos motrices, sensoriales y de aprendizaje le afectan en el entorno escolar. Esta evaluación se completa con la realización de cuestionarios y de una entrevista a los padres en el que se recoge toda la información del desarrollo evolutivo del niño.
- El terapeuta especialista programa una serie de ejercicios que los padres deben hacer en casa varios días a la semana.
- Mensualmente, se lleva a cabo un seguimiento para comprobar la evolución del niño-a y cambiar los ejercicios necesarios.